¿Alguna vez sentiste la necesidad de adquirir algo solo porque es de edición limitada, sobresale del resto o peor aún “…porque sí”? Incluso siendo algo totalmente obsoleto o que nunca llegues a usar, solo la idea de tenerlo te hace sonreír. Si tu respuesta es “sí”, ¡Felicitaciones, eres parte de la cultura de consumo! Como su nombre indica se basa en el “tener”, todo lo que posees tiene un significado a nivel personal y colectivo, además promete lograr la realización. Sin embargo, para mantener viva esta cultura el apetito no debe saciarse, al contrario, siempre debe haber algo nuevo mejor que lo anterior. Llegando al extremo están los denominados “shopaholics” y “compradores compulsivos”.
Hay múltiples maneras de motivar al potencial consumidor a elegir un producto. La manera como se realiza en la publicidad explota las características físicas, funcionales y emotivas, en el mejor de los casos incluyendo al sujeto y/o cultura para que se identifique con facilidad, tomando como referente elementos del imaginario colectivo (imágenes, historia, valores, etc.) tal cual o apropiándose de estos, añadiendo así valor a la marca.
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